TRANSITANDO

martes, 12 de abril de 2016

HIJOS DEL TREN

Muchos afirman que los argentinos somos hijos de los barcos, aunque nuestra cultura popular demuestra que los argentinos somos hijos de los trenes.
¿Cuántos sabores, cuántas tonadas, cuántas leyendas, cuántas coplas, cuántos ritmos se trajeron de las provincias en tren? ¿A cuántas querencias el tren les quitó la sed, a cuántas el hambre? ¿A cuántos pueblos les puso nombre con su llegada y a cuántos los hizo silencio al dejar de pasar? Porque el tren en Argentina es padre de pueblos y también padre de desiertos. Padre de recuerdos y padre de olvidos. Padre de la imaginación (los niños y los trenes forman una congregación mágica, una hermandad donde la próxima estación todavía no ha sido fundada, pero nadie duda que en el próximo juego habrá de ser creada) También el tren es padre de la nostalgia ya que el tren y los ancianos ferroviarios comparten secretos íntimos del paisaje espiritual, y a medida que pasa el tiempo y el tren deja de pasar y el ferroviario se queda sin trabajo, todo ese diálogo entre el tren y ferroviario se hace vino, silencio poblado de desiertos, o como bien señala el poeta cordobés Daniel Salzano, hijo y nieto de ferroviarios: “¿Qué es lo que hace un ferroviario cuando le quitan el tren?/ Primero se vuelve loco, después empieza a beber?
Añadir leyenda

No hay comentarios:

Publicar un comentario